Él estaba impaciente por conocer a la mujer que días atrás había conocido a través de la pantalla de su móvil. La primera vez que la vio subirse a su auto, escuchó su voz y sintió su aroma, quedó cautivado por su belleza física. Sin embargo, pronto descubrió que esa primera impresión apenas rozaba la superficie de lo que ella realmente era.
Esa noche en que decidieron encontrarse en persona fue espectacular. Compartieron unas cuantas cervezas y revivieron el vicio de un cigarro que ambos habían dejado, una conversación que se extendió hasta la noche. Al día siguiente, ella no dejaba de rondar sus pensamientos mientras él trabajaba.
Con cada conversación y cada encuentro, ella se iba instalando más profundamente en su mente y en su corazón. Las semanas pasaron volando desde aquella primera cita, y cada nuevo encuentro entre ellos era como un capítulo emocionante de una historia en desarrollo. Con el tiempo, las risas compartidas se convirtieron en la melodía que iluminaba sus días, y las palabras de ella quedaron grabadas en su memoria como versos de un poema imposible de olvidar.
Se volvieron cómplices de secretos y sueños compartidos, su amante, su amiga, su compañera, alcahueta. Sí, ella se convirtió en su confidente, consejera y, sin lugar a dudas, en su gran amor. En su mente, no había duda de que eran como almas gemelas, compartiendo un camino y experiencias de vida.
Compartían gustos similares, desde entrenar juntos en el gimnasio hasta disfrutar de una buena copa de vino o cerveza, experiencias de viajes. La música se convirtió en un vínculo especial entre ellos, especialmente el Rock y la Salsa. Incluso la Salsa, un género al que no prestaba mucha atención, empezó a conquistarlo gracias a su gusto por ella. Aún puede recordar cómo tarareaba y cantaba canciones de salsa mientras recorrían caminos en el auto, convirtiendo esos momentos en mágicos recuerdos que perdurarán.
Un capítulo diferente de su historia surgió cuando decidieron asistir a un concierto de Rock extremo. Aunque era más familiar para él que para ella, ella estuvo a su lado, enfrentando la atmósfera intimidante del público. Esa noche se convirtió en un momento mágico que intensificó su enamoramiento. La sonrisa, el aroma y la esencia interna de ella se volvían cada día más cautivadores.
Ambos compartían sueños ambiciosos, aunque a veces la pasión y romanticismo de él dejaba de lado la necesidad de esforzarse más para construir una vida juntos. Ella, una mujer altamente profesional, académica y con un temperamento fuerte, representaba un complemento desafiante y apasionante.
Uno de los mejores momentos de su vida fue un viaje al interior del país, donde se perdieron entre el frío, las montañas, la arquitectura colonial y la gente amable. Noches frías y entre aguas termales.
Y encuentros íntimos donde recorría cada espacio de su cuerpo con besos y caricias, su cuerpo mojado mientras lavaba su cabello en la ducha mientras contemplaba su cuerpo desnudo. Quedaron grabadas en su memoria como instantes mágicos.
En ese viaje, ella utilizó su computadora para trabajar por un espacio de tiempo e ingresó sus claves en su equipo.
Regresaron del viaje y siguieron experimentando el amor y los buenos momentos al ritmo de la rutina diaria.
El día que confió ciegamente en ella.
Después de esas pequeñas vacaciones, al abrir su computadora, vio sus chats personales. Aunque la tentación de curiosear fue fuerte, cerró la sesión, respetando su intimidad.
Se detuvo a reflexionar si debió primero echar un vistazo a sus conversaciones, pero luego comprendió que había tomado la mejor decisión y que no tenía necesidad de hacerlo porque confiaba en ella.
El adiós definitivo
Aunque ya habían enfrentado separaciones temporales, llegó el día en que ella le dijo adiós. Aquella noche, la seriedad en sus ojos y la sombra de indecisión presagiaban un cambio.
Ella confesó la necesidad de poner fin a la relación, y cada palabra resonó en sus oídos como el repicar de una campana funeraria. La idea de perderla le resultaba insoportable.
En su desesperación, cometió el error de no comprender sus necesidades. Ignoró sus palabras y buscó retenerla con fuerza, como si pudiera detener el tiempo y evitar su partida. La angustia nubló su juicio, y en lugar de expresar sus emociones de manera comprensiva, se sumió en una espiral de celos, desconfianza y, finalmente, en la oscuridad de la ira.
No comprendía que, a veces, amar es dejar ir. Su desesperación se convirtió en un huracán que arrasó con todo lo bueno que habían vivido. Sus intentos desesperados de aferrarse solo sirvieron para alejarla más.
El final fue inevitable, como el amanecer después de una larga noche. Ella se fue, llevándose los fragmentos rotos de su conexión perfecta. Él quedó solo, envuelto en las sombras de sus propios errores, en una espiral descendente hacia la depresión y autodestrucción.
No podía comprender el repentino rechazo y el cambio en su comportamiento. Se enfrentaba a una montaña rusa de emociones, plagada de preguntas sin respuestas. Anhelaba una explicación más profunda.
En un mal día mientras trabajaba en su computadora, se dio cuenta de que su cuenta de correo de ella aún estaba abierta en su computadora, tomó la lamentable decisión de revisar sus archivos e información. Aunque no encontró nada escandaloso, algunas conversaciones con otros chicos fueron suficientes para despertar celos y más preguntas.
La explosión de emociones, celos sumados al trato hostil y falta de empatía con él lo llevaron a lanzar los peores insultos y bajezas a la mujer que aún amaba con todo su corazón.
Las palabras afiladas como cuchillos, pronunciadas sin pensar, transformaron su amor en una tormenta de autodestrucción. La mujer que amaba se convirtió en víctima de su propia ira descontrolada.
De manera dolorosa, aprendió que el amor no puede florecer en un terreno infestado de desconfianza y descontrol. La historia que comenzó con la luz de una conexión perfecta terminó en la oscuridad de la pérdida y la autodestrucción. Ahora, solo le quedaba el eco de sus risas y el peso de sus errores como un sueño efímero.
Aún persistía en sus pensamientos, minuto a minuto. A pesar de sus intentos de hablar, ella cerró todas las puertas. Reconociendo su insistencia, respetó su deseo de distancia.
Desearía cambiar las cosas, estaría dispuesto a transformar su relación sentimental en una amistad. Convencido de que ella podría haber sido la mejor amiga del mundo, la extraña y le desea toda la felicidad que merece. A pesar de todo, él la extraña, una amiga perdida en las sombras de un adiós irrevocable.